miércoles, 2 de mayo de 2007

Hoy rescato...UN CUENTECITO


¡Por fin estoy vivo! De nuevo puedo ver ¡Y puedo volar! -ya casi se me había olvidado lo que era ver toda la ciudad desde las alturas- No sé qué ciudad es ésta. Es nueva para mí. Por eso me gusta mi vida. Cada vez estoy en un lugar diferente. Conozco sitios donde, incluso, no se puede llegar.

Todos mis compañeros desean ser humanos. Dicen que tienen una vida más larga, ¡que experimentan más cosas! y, además, que también pueden viajar como nosotros. Pero, a mí, me gusta más cómo soy. Veo las ciudades desde arriba. Veo los paisajes, los edificios, los ríos, los coches... Pero, a veces, no veo nada; a veces estoy tan alto que sólo veo gris. Aunque eso también me gusta.

Mi viaje es corto. Yo suelo ir volando por la ciudad hasta que ya no puedo sujetarme más. Cuando eso ocurre, me dejo llevar por el viento. ¡Es muy divertido! Conforme me dejo arrastrar, veo las ciudades más de cerca y, a veces, hasta me desplazo y puedo ver mucho más.

El viento es mi amigo. Mis compañeros dicen que lo odian, que su labor es para ellos como una agonía antes de la muerte. Pero a mí me cae bien; dejo que me abrace, que me envuelva y que me haga bailar mientras observo la ciudad antes de caer.

Para mí, caer es como para los humanos morir. Pero yo sí que tengo más vidas. Tarde o temprano el sol me hace de nuevo subir -bueno, no a mí, sino a mi alma (que también la tenemos)- y es allí arriba donde crezco y me desarrollo. A veces, mis brazos son más fuertes y aguanto más, y, en otras ocasiones, me rindo en plena adolescencia. Pero, a pesar de todo, disfruto y aprovecho cada instante.

En esta ocasión he podido llegar a la madurez. Sé que para llegar a ser un adulto la ciudad tiene que estar muy fría. Pero en muy rara ocasión me ha pasado y, por ello, pienso disfrutar a tope mi caída.

Caerse en la edad adulta es la mejor forma de caer. La bajada es mucho más despacio y el viento está más juguetón.

Hace un instante que me he soltado. Ya no aguantaba más. Ahora estoy bajando ¡Qué viaje tan bonito! ¡Ojalá siempre fuese de esta forma! Me gustaría posarme en una ventana y ver la ciudad desde allí. Un minuto. Un segundo tal vez. Dejaré que el viento me lleve para juntos bailar hasta que el suelo me haga morir de nuevo. Ojalá nazca de nuevo siendo un copo de nieve.

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